Psicología y Familia


Terapia Individual 

En este espacio privado, delimitado en tiempo y frecuencia y en el que la figura del paciente es  central, se pone a prueba la capacidad de contención emocional y empatía del terapeuta para conquistar su confianza y facilitar la apertura de su mundo interior. 

De la calidad de este vínculo paciente-terapeuta dependerá en gran medida el éxito de este proceso de autoconocimiento, exploración y reflexión,  la elaboración de conflictos inconscientes derivados de su historia vital, así como la generación de cambios que permitan a la persona en tratamiento resignificar experiencias negativas pasadas para integrarlas a su personalidad.

Considerando que los seres humanos somos una unidad psicosomática, la disminución del gasto de energía psíquica que implica negar o reprimir dichos contenidos a través de la vida, será a la vez un eficaz protector contra las enfermedades del cuerpo.
 

Terapia de Pareja

En lo profundo, el matrimonio o la relación de pareja es un contrato inconsciente entre dos personas con sus estructuras de personalidad ya formadas y que se aman. Se sienten genuinamente capaces de estar en esta relación.  Sin embargo, los conflictos inconscientes que cada uno arrastra desde sus respectivas crianzas pueden comenzar a interferir entre ellos, sin que ninguno pueda comprender objetivamente en qué medida y cómo puede estar contribuyendo a que se generen desencuentros.

De la misma manera, cuando la relación fluye es la participación de ambos la que contribuye a ello, aún cuando tampoco tengan conciencia de cómo se produce.  Probablemente, ambos o al menos uno de ellos tuvo un  buen modelo de pareja en sus padres.

Partiendo de esta base, enfocamos este proceso terapéutico dándole a cada uno un espacio privado e individual de contención para ayudarlo a reinterpretar su propia historia de vida.

Cuando este proceso individual ha avanzado, comienzan a participar juntos en las sesiones como dos individualidades que están en condiciones de aprender a ser pareja, a comunicarse emocionalmente, a percibir los comportamientos y reacciones del otro en forma más equilibrada, sin sentirse agredido o descalificado.

En otras palabras transformarse en una pareja compuesta por "dos naranjas enteras", desechando el mito de que ser pareja era ser cada uno "la media naranja" del otro.

Cuando hay hijos, además, ellos serán los afortunados depositarios de este mejoramiento.  Habrán recibido un profundo y trascendental mensaje que podrán resignificar en su real dimensión a medida que pasen los años: no importa la edad, ni el género, siempre podemos redescubrirnos y perfeccionar nuestro ser.
 

Terapia Familiar

Podemos mirar la familia, en general, como un sistema abierto y sinérgico cuyo eje principal y primordial es la pareja de padres. De ahí derivan variadas interrelaciones entre sus integrantres, como la relación papá-hijo (a), mamá-hijo (a), hermano-hermana, hermano-hermano, etc.

Sinérgico, porque cuando alguno de sus integrantes resulta afectado, positiva o negativamente, por alguna situación o experiencia de vida, sus efectos repercuten en todo el  sistema, ya sea beneficiándolo o perjudicándolo.

También constituyen sistemas abiertos y sinérgicos otras estructuras familiares como las monoparentales (papá o mamá solo (a) con hijos), las ensambladas (adultos
divorciados, solteros o viudos, con hijos, que se emparejan con una persona con hijos, o bien, sola y sin hijos).

En cualquiera de los casos señalados, la familia que consulta es tratada en su conjunto como sistema y muchas veces también es necesario por un tiempo trabajar aparte con cualquiera de las interrelaciones más conflictuadas producidas al interior.  Abordar terapéuticamente cualquiera de estos subsistemas, se traducirá  en un mejoramiento de la dinámica general.

Dentro de las múltiples problemáticas que pueden estar provocando una crisis del sistema, podemos destacar el divorcio de los padres, una pérdida afectiva física o emocional, enfermedades como adicciones, depresión, mal manejo de la impulsividad, mal manejo de la agresividad, etc., como asimismo, los déficits en la comunicación
emocional que perjudican la interacción de sus miembros.
 

Terapia Infantil

Todo niño es parte de un
sistema familiar, cuyo eje principal son los padres de quienes depende absolutamente y en todo sentido cuando llega a la vida.  Todas sus facultades están en germen y  -a diferencia de los animales-, sus procesos de desarrollo son más prolongados.

Durante la crianza, es una verdadera "esponjita" que va absorbiendo todo lo que su ambiente familiar le brinda, sin ninguna capacidad aún de discriminar qué puede favorecerlo ni qué puede perjudicarlo, e irá respondiendo emocionalmente según sus necesidades primordiales de amor, contención, protección, aceptación, sean o no
satisfechas.

Cuando por diversos factores involuntarios se van generando déficits en su desarrollo afectivo, el niño puede comenzar a mostrar comportamientos alterados, sin siquiera tener conciencia de lo que está sintiendo, ni menos de su origen.  Puede presentar irritabilidad, tristeza, aislamiento, celos, dificultad para dormir, pesadillas, dolencias físicas, etc., síntomas que será necesario interpretar a la luz de su ambiente familiar más inmediato.

Asimismo, un niño que presenta Síndrome de Déficit Atencional (SDA) no diagnosticado, y/o no  tratado, podrá comenzar con el tiempo a experimentar sentimientos de minusvalía, inseguridad, baja autoestima, al sentirse negativamente diferente a sus pares. Entonces, lo más adecuado será poner atención a estos síntomas y consultar, siendo muy recomendable complementar el tratamiento para el SDA con un trabajo psicológico para ayudarlo a reafirmarse como persona y a superar sus sentimientos de inferioridad. Todo lo cual será un factor preventivo contra el bullying escolar, ya sea como actor pasivo o activo.
 

Terapia de Adolescentes

Para los jóvenes que atraviesan por esta etapa del desarrollo es casi un estigma la palabra "adolescente", puesto que se ha ido asociando a "hijo problema".  Pero, en realidad, la adolescencia es una crisis normativa (esperable) del desarrollo, por la que todo ser humano debe pasar porque tiene un claro objetivo: la búsqueda de la identidad, o sea, de llegar a identificar quién es y  quién quiere ser como persona a través de la vida. 

En esta etapa, el joven -sin proponérselo conscientemente-, comienza a luchar por diferenciarse de sus padres. No deja de quererlos ni de necesitarlos, pero está alcanzando su mayor capacidad de pensamiento, que le permite abstraer, sacar conclusiones y, por ende, aparece una actitud crítica frente al medio. Así, puede discrepar de los planteamientos de sus padres, de sus profesores y de otros adultos y defender los los suyos con fuerza y convicción, actitud muy diferente a la de dependencia que caracterizó su niñez.

Es así como en esta etapa se pone a prueba la calidad del vínculo que los padres han ido estableciendo con su hijo. Si desde muy pequeño se ha sentido contenido, cuidado y valorado por  sus padres, su proceso no generará una crisis muy fuerte tanto interna como en la relación familiar, porque los padres comprenderán los cambios propios de esta necesaria etapa de crecimiento. De esta manera, no sentiran sus sus reacciones como ataques personales que los inseguricen en su actuar frente al hijo y podrán seguirlo conteniendo, aceptando y segurizando. En el amor entre padres e hijos, el sello de la incondicionalidad tomará su verdadero sentido.